Hace unos días, una muy buena amiga estuvo haciendo un curso de formación en Zaragoza, en el que le hablaron de los "jefes tóxicos". Mi reacción fue de absoluto desconcierto cuando me habló de estos dos términos que nunca había escuchado juntos.
Primero fueron los residuos tóxicos, luego los activos tóxicos y ahora es el turno de los jefes tóxicos. Intuíamos que algo así ya existía, pero hasta ahora no le habíamos puesto un nombre en consonancia con la toxicidad reinante.
Y esto es precisamente lo que han hecho los consultores de recursos humanos (y parece que en este caso se trata de algo más que uno de sus inventos para que contratemos a más consultores, todavía más caros, para que nos digan cómo arreglar problemas cuya existencia ignorábamos).
Los jefes tóxicos existen -bien lo saben algunos- y según los expertos son un lastre para la productividad nacional y nuestra salud.
Si fumar reduce en cinco años la esperanza de vida, uno de estos jefes que nos hace insoportables la existencia, no nos da cancha y cercena nuestra "enorme valía", la reduce en diez.
Primero fueron los residuos tóxicos, luego los activos tóxicos y ahora es el turno de los jefes tóxicos. Intuíamos que algo así ya existía, pero hasta ahora no le habíamos puesto un nombre en consonancia con la toxicidad reinante.
Y esto es precisamente lo que han hecho los consultores de recursos humanos (y parece que en este caso se trata de algo más que uno de sus inventos para que contratemos a más consultores, todavía más caros, para que nos digan cómo arreglar problemas cuya existencia ignorábamos).
Los jefes tóxicos existen -bien lo saben algunos- y según los expertos son un lastre para la productividad nacional y nuestra salud.
Si fumar reduce en cinco años la esperanza de vida, uno de estos jefes que nos hace insoportables la existencia, no nos da cancha y cercena nuestra "enorme valía", la reduce en diez.
Según afirma Juan Carlos Cubeiro, estudioso del tema y experto en coaching en su blog Hablemos de talento, un jefe tóxico eleva la presión arterial un 10% y aumenta un 33% el riesgo de infarto.
Visto lo visto, si no los prohiben, por lo menos deberían obligarles a llevar en la cobarta una advetencia similar a las que lucen las cajetillas de tabaco.
Visto lo visto, si no los prohiben, por lo menos deberían obligarles a llevar en la cobarta una advetencia similar a las que lucen las cajetillas de tabaco.
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